YUNGBLUD - La llama sigue viva
- Philippe Vergez
- 11 jun
- 2 Min. de lectura
El Rock’n’Roll no está muerto. Solo estaba fumando a oscuras, esperando que alguien lo hiciera explotar otra vez.
Entonces apareció YUNGBLUD.

No es un producto. No es una pose. Es un grito con botas. Un puñetazo directo al pecho de lo correcto. Un chico tatuado que canta para los que no encajan, para los que sienten demasiado, para los que siguen creyendo que la música puede salvarte.
No imita a los viejos dioses del rock, los honra, les lanza un beso, y luego prende fuego al escenario con su propia gasolina.
Cada verso que lanza es una bomba.

Cada canción, un refugio para los que no tienen dónde esconderse. Él no se vende. No se calla. No se dobla.
YUNGBLUD es el hijo bastardo del punk, del glam, del caos y de la ternura. Corre con la antorcha como si le ardiera el alma. Y en sus manos, la llama brilla de nuevo.
El Rock’n’Roll no murió. Solo estaba esperando a alguien con agallas para hacer que vuelva a doler.
“I Was Made for Lovin’ You”: un susurro que arde
Olvida el brillo. Olvida el ritmo de fiesta. YUNGBLUD agarró esta canción, la desnudó, y la escupió desde lo más hondo.Le arrancó el disfraz y dejó el alma expuesta, sangrando sobre cada palabra.
“I was made for lovin’ you” ya no es un hit de estadio. Es una maldita plegaria. Es un “te necesito” dicho con los dientes apretados y el corazón en carne viva.
Su voz no canta, suplica. Cruje. Tiembla. No es una versión, es un exorcismo.
YUNGBLUD no cubre canciones. Las revive. Y esta, la convierte en un rezo moderno para los que aman hasta romperse.
Lo escuchas, y algo dentro se quiebra. Porque todos, en algún momento, también fuimos hechos para amar así: sin red, sin freno, sin perdón.
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